Beso en la mano, no uno, mil roces, mil oraciones. Ella parece ajena a la penumbra apenas rota por las velas y los haces de luz que se cuelan por el ventanal imitando lechuzas de Santa María, pendiente sólo del amor de quienes se acercan y se prenden en sus ojos tristes, en su estampa de Virgen brillando entre colores vegetales tiernos y bordados viejos, adelantando sus dedos para acariciar rostros de fieles a los que no arredran las tormentas de los tiempos. La Anunciación se llena de andares despaciosos que reproducen adagios barrocos, como si Boccherini estuviera escondido en la sacristía y el lamento del cello se escapara para envolver su dolor de Madre.
Texto: Aurora Florez
Fotografía: José Javier Comas Rodríguez
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