Dos alabarderos custodios de la vieja ciudad. Almohades formas que pactaron su ruptura con el tiempo y viven desconociendo todo lo que a su alrededor creció al ritmo de un río paseante al que un día llamaron grande. La noche descubre nuevos contraluces que parecen mantenerlos impasibles en medio del acero y el cemento. La piedra tiene celos del oro más rico. Solo Sevilla es capaz de convertirla en su metal más preciado.
Fotografía: José Javier Comas Rodríguez
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