Ayer eran las siluetas de la noche las que pedían su sitio como funestas estatuas. Hoy el mismo camino se convierte en sol. Aquellos danzantes en penumbra revelan su identidad, otorgando su pertenencia a la madre naturaleza. El día convierte al bosque en vida. Solo con cerrar nuestros ojos, sonidos y olores darán nota a la imagen. Repleto de surcos de arena, el campo nos muestra las claves para ver la luz más pura.
Fotografías: José Javier Comas Rodríguez
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